Me impresiona que en un año tan apocalíptico como el 2020, Stay Cactus siga de pie y ya en su número decimotercero (contando los especiales de la fanzine). También me asombra tener ganas de crear más números, aprender más y compartir en nuevos espacios. Me asombra porque siempre me ha costado ser constante. Mi ánimo y energía son una montaña rusa; un día quiero desvelarme trabajando en algo y al siguiente quiero mandar todo a la mierda. De hecho, en varias ocasiones dije que cerraría todas las páginas de Stay Cactus y dejaría de escribir. Sin embargo, algo en mí me detiene cada vez que aparecen esos impulsos tan estúpidos, haciéndome entrar en razón: ¿cómo voy a dejar de hacer algo que me gusta tanto?
Es verdad, Stay Cactus es una de las cosas que más me gustan hacer en la vida, al mismo nivel de ver Los Simpsons (eso es mucho). Me trae tanta felicidad sentarme en mi escritorio, escuchar música y sacar lápiz papel para materializar mis ideas. Lo único que me entristece es darme cuenta que cada vez me cuesta hacer aquello; los estudios últimamente me quitan demasiado tiempo y también la motivación.
De todas formas, me parece extraño que ahora me ocurra esto porque empecé a escribir Stay Cactus en la enseñanza media, cuando el colegio me bombardeaba por todos los lados. Aún así me las hallaba para hacer tres números por año, leer muchos libros (aparte de los que debía leer para clases), ver unas 200 películas anualmente, subir vídeos a mi ya abandonado canal de Youtube y juntarme con mis amigas (que buenos tiempos). Pero ahora el tiempo se me va en la universidad y cuando tengo tiempo libre ya no me queda energía.
Comencé a hacer fanzines en primero básico. Tenía siete años pero no tenía idea de que las "revistas" que creaba en realidad llevaban otro nombre. Estas fanzines consistían en hojas tamaño carta dobladas a la mitad con recortes pegados de periódicos que encontraba en mi casa. Eran una basura. Básicamente armaba una entrega de Las Últimas Noticias (diario de mierda) en distinto orden en un par de hojas y les colocaba mi marca. Así es, plagiaba descaradamente.
Estas fanzines las bauticé como Pop Teen y las vendía en el colegio por un módico precio de $100 o $150. Al parecer me gustaba la atención porque recuerdo que se las mostraba a todos: profesores, apoderados, compañeros e incluso a una señora que iba a la casa a darme lecciones bíblicas. Esta señora no estaba muy contenta con mi pasatiempo porque las noticias que seleccionaba para mi pequeña revista eran "inapropiadas" para alguien de mi edad. Obviamente exageraba, es decir, ella era una fiel católica y le horrorizaba que mi creación incluyera la expresión "se sacó la cresta". Tampoco estaba de acuerdo en que mi sueño era ser doctora cuando grande; según ella en el futuro íbamos a vivir en el paraíso donde no existían enfermedades. Muchas gracias señora por arruinar mis ambiciones.
Siguiendo con Pop Teen.
Años después me di cuenta que lo que hacía era aburrido ya que no ponía nada de lo mío en mis revistas. Entonces, agarré un cuaderno croquis, arranqué unas cuantas hojas y comencé a escribir mis propias ideas. Debido a que no teníamos una impresora en casa, para acompañar mis increíbles artículos merecedores del Pulitzer (sarcasmo) incluía dibujos o recortes de revistas. En la primera entrega de este nuevo formato de Pop Teen escribí sobre lo impactante que fue para mí Can´t be tamed de Miley Cyrus y también sobre Hamtaro rapero (era una broma interna que tenía con mis amigas). A una amiga le gustó tanto que se ofreció a sacar copias para entregarlas en el curso (¡muchas gracias!). Al día siguiente, varias compañeras ya tenían su propia copia de Pop Teen y preguntando si haría más números.
Después mi único error fue no fotocopiar las demás Pop Teen. Sólo hacía una copia por número y la vendía por menos de $200. Hoy no tengo conmigo ninguna fanzine de aquellas, a parte de un borrador que lo cuido como uno de los mayores tesoros de mi infancia. La mayoría de las otras entegas las tiene una amiga y lamentablemente ella no tiene idea donde las dejó. Eramos muy pendejas y yo al menos lo veía como un juego, tampoco pensaba que años después nuevamente crearía "revistas".
(ATENCIÓN: LAS PRÓXIMAS IMÁGENES CORRESPONDEN A LAS PRIMERAS FANZINES DE LAS QUE LES HABLÉ ...Y TIENEN POTENCIAL DE VERGÜENZA AJENA)
Resultó que mi amiga si tenía un ejemplar guardado de Pop Teen
Un borrador de un número que nunca terminé, gracias a dios (sí, dios con minúsculas)
De chica pensaba que era cool odiar las cosas que estaban de moda
El internet cada vez era más masivo y en mi casa por fin teníamos un router. A penas aprendí a usar bien el computador y a navegar, me volví adicta a los juegos de Disneylatino.com o Cartoon Network. Pero lo que me impresionó definitivamente fue descubrir la posibilidad de crear tus propias páginas web sin pagar ni un peso. Pop Teen ahora era una revista online. Tuve distintos sitios donde escribía sobre lo mucho que amaba los Black Eyed Peas, pero ninguno llegaba a durar más de dos meses porque mis habilidades para editar páginas eran nulas y como ya dije anteriormente, no soy constante.
Por otro lado, Facebook y Youtube comenzaban a tomar parte de mi día a día. Todos en el colegio tenían su propia cuenta de Facebook para jugar Pet Society, por lo tanto, yo igual me creé una con edad falsa. Sin embargo, lo que finalmente me atrapó de la red social fue la facilidad con la que se podían administrar tus propias páginas o ahora conocidas como "fan pages". Rápidamente me creé una página para mi ya un poco olvidada revista Pop Teen. Pasaba todo el día dibujando en Paint logotipos para mi "marca", los cuales eran horribleeees, y también escribiendo posts que recibían dos me gusta (uno era mío y otro de algún amigo o primo).
En aquel momento, me estaba obsesionando con Monster High y Club Penguin, entonces Youtube era un paraíso ya que habían montones de personas que igual eran hardcore fans de estas dos cosas que me gustaban. No todo era tiempo desperdiciado; la mayoría de los vídeos estaban en inglés y eso me ayudó un montón en mejorar "mi segunda lengua". Ahora si conocía la palabra "review" y también podía hablar a solas en inglés mientras imaginaba que era parte de un vídeo.
Luego tuve mi primer celular touch o como les dicen ahora, smartphone (ok boomer) y me sentía imparable, o sea, por fin tenía en mis manos algo para filmar, tomar fotografías, escuchar música, grabar audios y todo a la vez. A penas tuve aquel celular, armé en mi pieza un escenario para grabar mis primeros vídeos para Youtube. Si bien recuerdo, estos eran tutoriales para dibujar personajes de Club Penguin y reseñas de muñecas Monster High. Ahora ya no existen estos vídeos, los borré porque años después me dieron vergüenza. Imagínense ese diseño antiguo de los canales de Youtube lleno de vídeos con la más baja resolución y con una voz temblorosa hablando sobre card-jitsu (quien jugó Club Penguin entenderá). Sí, eran muy patéticos, pero en ese momento eran mi gran orgullo porque había puesto mucho esfuerzo en cada uno; preparaba el "escenario", me las ingeniaba para colocar la cámara sin trípode, luego editaba (cosa que tuve que ir aprendiendo en el camino), creaba una miniatura y lo subía.
No tenía en mente que es muy difícil tener visitas. Afortunadamente, interactuaba en varios blogs (incluso escribía entradas -de mierda- para uno de España) y canales de Monster High, por lo tanto, les hablaba de mi canal y ellxs iban, se suscribían, comentaban, etc. Pero nadie más sabía de mi canal, hasta que un día la sala de computación del colegio les conté a mis amigas. Ellas, entusiasmadas, rápidamente teclearon en Youtube el nombre del canal. Me dio tanta vergüenza que salí corriendo de ahí porque les había rogado demasiado que no lo hicieran ahí donde todos podían verlos y aún así lo hicieron mientras se reían. Odié que los vieran ahí porque de todas formas en el fondo sabía que mis vídeos eran muy malos